Por Jesús Méndez Jiminián
“El
alma humana es paz, luz y pureza; sencilla en los vestidos, buscando el cielo
por su natural morada. Los cintos le queman; desdeña las coronas que esconden
la frente; ama la desnudes, símbolo de la naturaleza; para en la luz de donde
fue nacida”. ~ José
Martí (1853-1895)
A mis amigos del Centro de Estudios Martianos en La Habana, y de la
UNESCO, regados por el mundo.
El 1 de enero de 1887 el periódico
La Nación de Buenos Aires, Argentina, publicó un extenso trabajo de José Martí
que se titula “Fiestas de la Estatua de
la Libertad”.
Monumento en honor a José Martí en NY |
En sus notas introductorias, Martí hacía una breve, pero bien lograda conceptualización del sentido de la libertad; y, entre otras palabras, señalaba estas: “iTienes razón, libertad, en revelarte al mundo en un día oscuro, porque aun no puedes estar satisfecha de ti misma! Y tú, corazón sin fiesta, canta la fiesta!”. Invocaba en estas líneas Martí, el grandioso día en que la cuidad de Nueva York se vistió de gala para celebrar con mucha alegría y desbordante entusiasmo, y en el que él fue partícipe también, de la inauguración oficial de la Estatua de la Libertad, obra colosal realizada por el destacado escultor francés Federico Augusto Bartholdi, en los años 80 del siglo XIX.
En su crónica impregnada de hermosos
detalles, Martí nos comenta: “Ayer fue,
día 28 de octubre (1886), cuando los Estados Unidos aceptaron solemnemente
la Estatua de la Libertad que les ha
regalado el pueblo de Francia, en memoria del 4 de julio de 1776, en que
declararon su independencia de Inglaterra, ganada con la ayuda de sangre
francesa. Estaba áspero el día -dice-, el aire ceniciento, lodosas las calles,
la llovizna terca; pero pocas veces ha sido tan vivo el júbilo del hombre”. (p.760,
en “José Martí en los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892”).
A
propósito de esto último que indica Martí en su crónica, es necesario hacer un
poco de historia, para saber cómo se produce la entrega y la llegada de la
Estatua de la Libertad al pueblo estadounidense por parte de Francia. Así cómo
algunos detalles de su construcción, por el escultor Bartholdi, y la
participación en ella de otras personalidades.
Auguste Bartholdi (1834-1904 |
Iniciamos señalando que: “La historia de la Estatua de la Libertad
comienza en la primavera de 1871, en Versalles, en el salón de un hombre de
letras, Edovard Laboulaye (jurista y político francés, 1811-1883, n. de
j.m.j.),donde se hallaban reunidas varias personalidades entre ellas el escultor alsaciano Auguste Bartholdi (1834-1904) que acababa de conquistar la celebridad por su famoso “León de Belfort” (…) la conversación, que recaía sobre el tema de la libertad de los pueblos y la valiente energía con que los americanos, ayudados por La Fayette (José María, 1757-1833, que tomó parte en la guerra de independencia de los EE.UU, n. de j.m.j.), habían podido conquistar la suya, Laboulaye expuso la idea de que Francia debería de ofrecer a los Estados Unidos, con ocasión del … centenario de su independencia (1876) una inmensa estatua que simbolizase de manera grandiosa el ideal de la libertad”. (Véase la revista cubana “Carteles” de 1953, en un trabajo de Jacques Riols, traducido al español por Julián Iglesias, p.46).
Sin embargo, ya antes “En 1870 Bartholdi talló el primer esbozo en terracota y un modelo que
no sirvió, que actualmente se encuentra en el Museo de las Bellas Artes de
Lyon, Francia” de lo que sería aquella majestuosa estatua, hoy símbolo de
la cuidad de Nueva York y del pueblo norteamericano.
Bartholdi, por mediación de la Unión Francocoamericana, en Francia, se trasladó en 1871 a los Estados Unidos, haciendo un recorrido durante varias semanas por diferentes lugares, a fin de ubicar el sitio adecuado, para instalar finalmente su monumental obra, en territorio norteamericano. El 18 de julio de ese año se reunió con el entonces Presidente Ulises S. Grant, en Nueva York, donde definitivamente instalaría la estatua, decidiéndose por la isla de Bedloe, posteriormente llamada “isla de la Libertad” (1956). A su retorno a Francia, presentó en poco tiempo a la Unión, la maqueta de la estatua.
DETALLES SOBRE LA COLOSAL ESTATUA
Debemos de recordar, que pasó la
fecha del 4 de julio de 1876 y Bartholdi no pudo cumplir sus deseos, sino diez
años más tarde; es decir, el 28 de octubre de 1886, cuando se realizó el acto
oficial para dejar formalmente inaugurada la estatua, y del que luego
comentaremos.
“Las distintas partes de la
estatua fueron terminadas en Francia en julio de 1884. La estatua recibió
entonces múltiples visitas, como la del presidente de la república francesa
Jules Grévy y el escritor Víctor Hugo. El desmontaje comenzó en enero de 1885.”
La estatua emerge imponente en el taller de Barthtoldi.1885. |
Las
piezas de la estatua eran 350, repartidas en unas 214 cajas, que recorrieron el
río Sena desde el taller de Bartholdi, pero que antes fueron llevadas en tren
hasta llegar al puerto francés de Havre, desde donde finalmente partieron para
Nueva York, a donde llegaron el 17 de junio de 1886.
Para
la terminación de la escultura, en Francia, durante el año 1875 se hicieron
donaciones por un monto de 400,000 francos, que aportaron unos 100 mil
donantes; pero el presupuesto final de la obra llegó a ¡un millón de francos!
Bartholdi
buscó ayuda en el ingeniero francés Alexandre Gustave Eiffel (1832-1923), quien
diseñó la estructura en cobre de la estatua. Las piezas en ese material, fueron
realizadas en los talleres de la empresa “Gabet,
Gautier et Cie”, en Francia, en 1878. Las planchas de cobre fueron donadas
por el señor Pierre-Eugene Secrétari; y los trabajos de precisión estuvieron a
cargo del ingeniero Maurice Koechlin, amigo del ingeniero Eiffel.
“Existen diversas hipótesis de los historiadores sobre el modelo que
pudo haberse utilizado para determinar la cara de la estatua, aunque ninguna de
ellas es realmente definitiva hasta el momento. Entre las posibles
inspiraciones para la cara de la estatua se encuentra Isabella Eugenie Boyer, viuda
del inventor millonario Isaac Singer”, famoso por su invento de la máquina
de coser.
Otras fuentes, señalan que Bartholdi
se inspiró en el rostro de su madre, la señora Charlotte Bartholdi (1801-1891);
dicho sea de paso, esta es la hipótesis,
al parecer, más aceptada.
Hubo un acuerdo entre Francia y los
Estados Unidos, en lo que respecta a la famosa estatua; y consistió, en que: el
segundo país se encargaría de la realización y el costo del monumento que sirve
hoy de base a la estatua, mientras que el primero, como también ocurrió, se
encargaría de la escultura y de su posterior ensamblaje y embarque. La patente
para la construcción de la estatua, fue entregada a Bartholdi el 18 de febrero
de 1879, en los Estados Unidos.
Como ya sabemos, “La estatua representa a una mujer en
posición vertical, vestida con una especie de estola amplia y en su cabeza
tiene una corona con siete picos, que simbolizan los siete continentes y los siete mares”. En la mano derecha,
la estatua tiene una antorcha encendida levantada por todo lo alto, para
remitirnos al siglo llamado “de las
luces”, o sea, al siglo XIX; “en su
mano izquierda sostiene una tablilla que tiene grabada y firmada la Declaración
de Independencia Norteamericana, escrita en número romanos: July IV MDCCLXXVI”.
La llama de la antorcha que sostiene en su mano derecha está cubierta con
láminas de oro.
La altura de la estatua, según datos
que hemos obtenido, es de 46 metros, alcanzando cerca de los 93 metros desde el
suelo hasta la antorcha. La cabeza, desde el mentón hasta el cráneo tiene 5.26
m., y su ancho es de 3.05m.; la longitud del brazo derecho es de 12.80m., y su
ancho es de 3.66m.
Como dato curioso, y que de seguro los lectores se preguntarán, el
número de visitantes a este monumento ha ido en ascenso. Actualmente lo visitan
entre 4 y 5 millones de personas por año. “El
5 de octubre de 1924, la estatua fue declarada como monumento nacional de los
Estados Unidos, y el 15 de octubre de 1965 se añadió la isla de Ellis” a su
ubicación. En 1984, la UNESCO, con sede en Paris, declaró este monumento como
Patrimonio de la Humanidad, convirtiéndose en símbolo de los Estados Unidos y
representando en “un plano más general,
la libertad y emancipación con respecto
a la opresión”.
MARTI Y LA FIESTA INAUGURAL
Como ya dijimos anteriormente, Martí
fue un testigo presencial de aquella espléndida y regia inauguración de la
estatua, el 28 de octubre de 1886, en Nueva York. Él, más tarde escribiría de
aquella memorable fiesta, estas palabras: “Grandes
festividades marcaron (pese a que, como
bien señaló él en su crónica, la llovizna de aquel día sobre Manhattan
no deslució los actos de, n. de j.m.j.) la inauguración oficial de la
Estatua (…). Un imponente desfile recorrió –anota-las calles de Manhattan y
Wall Street, donde se había elevado un inmenso arco de triunfo. Un millón de
personas asistieron, desde lejos, sobre los muelles de Nueva York a la ceremonia de inauguración…, en presencia
del Presidente (Grover) Cleveland (1837-1908) (del que Martí observó, que tenía ¨estilo
de médula, acento sincero y voz simpática, clara y robusta¨, n. de j.m.j.),
de los miembros del gobierno americano y de una importante delegación francesa.
Después de un discurso de Fernando de Lesseps (1805-1894) diplomático (y
administrador) francés (que hizo construir el canal de Suez e inició el de
Panamá, n. de j.m.j.), Evarts (senador de Nueva York, del que Martí apuntó que
hablaba con ¨noble lenguaje y superior
sentido¨, n.de j.m.j.) tomó la palabra…¨.
El escultor Bartholdi, que se hallaba
¨ubicado en la parte más alta de la estatua, descubrió la misma, que estaba
cubierta en una inmensa bandera tricolor¨. (p.48).
Ocurrió algo
jocoso en aquel histórico acto, y fue que ¨Bartholdi-
y lo observó también Martí en sí crónica-al no escuchar ya la voz del senador
(Evarts, n. de j.m.j.), creyó que el discurso había terminado, y dejó caer la
bandera…formando un estruendo ensordecedor de aplausos, los silbidos de las
sirenas de los barcos, las vivas frenéticas de una multitud entusiasmada, y las
salvas de cañón de baterías de la costa y de los buques de guerra¨. (pp.48-49).
Martí
describe lo sucedido con Bartholdi, y que llenó de frenética alegría el acto,
con estas emotivas palabras: ¨Y cuando inopinadamente,
en medio de su discurso (el del senador Evarts, n. de j.m.j.), creyendo llegada
la hora de descorrer, como estaba previsto, el pabellón que cubría el rostro de
la estatua, la escuadra, la flotilla, la cuidad rompió en un grito unánime que
parecía ir subiendo por el cielo como un escudo de bronce resonante: ¡Pompa
asombrosa y majestad sublime!; nunca ante altar alguno, se postró un pueblo con
tanta resonancia!; los hombres pasmados de su pequeñez, se miraban al pie del
pedestal, como su hubiera caído de su propia altura: el cañón a lo lejos
retemblaba: en el humo los mástiles se perdían: el grito, fortalecido, cubría
el aire: la estatua, allá en las nubes, aparecía como una madre inmensa¨. (p.747).
Más aún, ¨La isla entera – dice Martí – parecía un solo ser humano¨.
Se dice, que
los aplausos y las salvas que siguieron a aquella acción de Bartholdi, duraron
¡¨más de un cuarto de hora¨!
Bartholdi en aquel grandioso acto, se negó a pronunciar discurso alguno. Ya su
acción era más que cualquier discurso. Durante toda la noche de aquel 28 de
octubre de 1886, Nueva York estuvo iluminado por los fuegos artificiales, para
desparramar más alegría.
Martí plasmó
con mucha elegancia, en su referida crónica, aquella alegría de los
neoyorquinos. ¨La emoción era
gigante-escribió-. El movimiento tenía algo de cordillera de montañas. En las
calles no se veía punto vacío. Los dos ríos (el Hudson River y el East River n.
de j.mj.) parecían tierra firme. Los vapores, vestidos de perla por la bruma,
maniobraban rueda a rueda repletos de gente. Gemía bajo su carga de transeúntes
el puente de Brooklyn: Nueva York y sus suburbios, como quien está invitado a
una boda, se habían levantado temprano. Y en el gentío que a paso alegre
llenaba las calles no había cosa más bella, ni los trabajadores olvidados de sus
penas, ni las mujeres, ni los niños, que los viejos venidos del campo, con su corbatín y su gabán flotante, a
saludar en la estatua que lo conmemora el heroico espíritu de aquel marqués de Lafayette,
a quien de mozos salieron a recibir con palmas y con ramos, porque amó a
Washington y lo ayudó a hacer su pueblo libre.¨(p.760).
Con mucho donaire
y mágicas palabras, dice Martí luego: ¨Un
grano de poesía sazona un siglo¨. El Comité pro-estatua, en los Estados Unidos,
lo presidía el señor Richard Butler, quien estuvo en la tribuna en aquel
memorable acto. De este Comité, dice Riols en la revista ¨Carteles¨, que no
conseguía reunir ¨los 300,000 dólares
necesarios¨ para hacer la base de la estatua.
Anotando
algunas opiniones de la gente llana del pueblo, que se dio cita en aquel
histórico acto, Martí nos ha dejado algunas. Por ejemplo, estas: ¨Francia-dijo un parroquiano-… nos regala la
estatua de la libertad para que le dejemos acabar el canal de Panamá¨. (p.762).
Otro ciudadano – dice Martí – indicó:
¨Sí, sí: fue Laboulaye quien inspiró a Bartholdi; en su casa nació la idea: Ve,
le dijo, y propón a los Estados Unidos construir con nosotros un norteamericano
soberbio en conmemoración de su independencia: sí, la estatua quiso significar la
admiración de los franceses prudentes a las prácticas de la libertad americana.
(Ibid). Desde aquel día, en que quedó inaugurada la colosal estatua,
algunos norteamericanos la llamaron ¨the
old girl¨.
Martí,
haciendo gala en su maravillosa crónica de conocer datos de Bartholdi, el
escultor francés de la estatua, nos dice: ¨Este
creador de montes nació con alma libre en la cuidad alsaciana de Colmar que le
robó luego el alemán enemigo; y la hermosura y la grandeza de la libertad
tomaron a sus ojos, hechos a contemplar los colosos de Egipto, esas gigantes
proporciones y majestad eminente a que la Patria sube en el espíritu de los que
viven sin ella: de la esperanza de la Patria entera hizo Bartholdi su estatua
soberana¨. (p.763).
Hemos sabido
por Martí, que Bartholdi estuvo en Egipto durante la construcción del canal de
Suez, ¨que no pudo concluir en 1869¨
y que allí entabló amistad con Fernando de Lesseps, (1805-1894) su promotor y
realizador.
OTRAS ESCENAS CAPTADAS POR MARTÍ
Martí logró captar
otras escenas durante aquel histórico 28 de octubre de 1886, en Nueva York. Por
ejemplo, él anota esta.
¨Desde aquella tribuna juntos
vieron los delegados franceses, con los prohombres de la república entorno al
Presidente Cleveland, la parada de fiesta con que celebró Nueva York la
inauguración de la estatua: ríos de bayonetas: miles de camisas rojas:
milicianos grises, azules y verdes: una marcha de gorros blancos en la escuadra¨. (p.764).
Y más
adelante nos comenta: ¨Pasa la artillería con sus soldados de uniforme azul; la
policía, con su marcha pesada; la caballería, con sus solapas amarillas: a un
lado y otro las dos aceras negras. El hurra que empezaba al pie del Parque
Central coreado de boca en boca, iba a morir en el estruendo de la batería.
Pasan los estudiantes de Columbia, con sus gorros cuadrados; pasan en coches
los veteranos, los inválidos y los jueces; pasan los negros; y redoblan las
músicas, y por toda la vía los va siguiendo un himno.
Aplaude la
tribuna al paso firme de la milicia elegante del 7o regimiento: va
muy bella en sus capas de compañía la milicia del regimiento 22…le dan al
Presidente dos cestos de flores… vuela la Marsellesa, con su clarín de oro, por
toda la procesión; el Presidente con la cabeza descubierta, saluda a los
pabellones desganados…, y los oficiales de la milicia francesa besan al llegar
a ella el puño de su espada… entre frenéticos
saludos de las aceras, tribunas y balcones: pasan los banderines
atravesados por las balas: pasan las piernas de maderas¨.(p.764).
Aquella
fiesta que Martí llamó la ¨fiesta de la
libertad¨, tenía aires de gran solemnidad pese a que el día estaba frío y ¨la llovizna terca¨; ¨la atmosfera oscura
estaba laminada por los escudos de la soldadesca y los campanarios y los
cañones, que hacían con su esplendor en el firmamento ¨oda y sol¨.
Se erguía
imponente por todos los alrededores de la colosal Estatua de la Libertad, que
sonreía victoriosa y complacidamente, un mar de espectadores: ¨ ¡Allí está por fin –apuntó Martí-, sobre su pedestal
más alto que las torres, grandiosa como la tempestad y amable como el cielo!...
Parecía viva: el humo de los vapores la envolvía: una vaga claridad la coronaba…!
Ni el Apolo de Rodas, con la urna de fuego sobre su cabeza y la saeta de la luz
en la mano fue más alto! Ni el Júpiter de Fidias, todo de oro y marfil, hijo
del tiempo en que aun eran mujeres los hombres¨.(p.765).
¨Como los montes-agrega Martí-, de las profundidades de la tierra ha
surgido esta estatua, ¨inmensidad de idea en una inmensidad de forma, de la
valiente aspiración del alma humana¨. (pp.765-766).
Aquel
inolvidable 28 de octubre, la cuidad de Nueva york, quedó enloquecida y frenética.
Despertó ¨resacada¨, al día siguiente. Una nueva hija velaría por
su destino y protegería su mundo; pero también lo haría por sus hijos, sus
calles, sus edificios gigantescos… y pequeños, sus casas, su mar y su pueblo.
Martí quiere
clausurar la fiesta. La noche llega como el relámpago; de forma poética el gran
bardo y revolucionario escribe: ¨ Ríos de
gente, temerosa de la torva noche, se echaron precipitados, sin respecto a la
edad ni a la eminencia, sobre el angosto embarcadero. Pálidamente resonaron las
músicas, como si desmayasen la luz de la
tarde¨. (p.769).
Un obispo,
acota Martí, salió horas antes de la tribuna y ¨bendijo en nombre de Dios la redentora estatua¨, la de la libertad del
pueblo cuyas cadenas de esclava rompía, quebraba…como lo había hecho ya Lincoln
desde su presidencia.
¨Y cuando de la isla ya en altar,
arrancaban en la sombra nocturna los últimos vapores, una voz cristalina exhaló una melodía popular,
que fue de buque en buque, y mientras en la distancia se estancaban en las coronas
de los edificios guirnaldas de luces que enrojecían la bóveda del cielo, un
canto a la vez tierno y formidable se tendió al pie de la estatua por el río, y
con unión fortificada por la noche, el
pueblo entero, apiñado en las popas de los barcos, cantaba con rostro vuelto a
la isla: ¡Adiós mi único amor!¨.(p.766).
Nueva Jersey, USA.
20 de marzo de 2013.