Por Jesús Méndez Jiminián
“La
verdad es como el sol. Lo hace ver todo y no se deja mirar”.~Víctor Hugo (poeta, novelista
y dramaturgo
francés)
A la memoria de mis amigos y grandes martianos,
el ex – presidente de Costa Rica doctor
Rodrigo Carazo, y el extraordinario cubano don Cintio Vitier.
La mayor parte de su vida la vivió Martí en Nueva
York. A la urbe neoyorquina llegó el
Apóstol en 1880. En gran medida, su obra
literaria y su incansable actividad política la desarrolló, por tanto, desde
Norteamérica.
Cintio Vitier, destacado investigador cubano de la
obra de Martí, fallecido recientemente, ha puntualizado sobre los aportes de
Martí a la cultura norteamericana en la obra “Diálogo sobre José Martí”,
lo que copiamos:
“Nadie rindió mayores honores a las grandes figuras de la cultura
norteamericana de su tiempo que José Martí.
En el caso de Whitman, a quien probablemente sólo vio como asistente a
una memorable lectura, fue su crónica de 1887 la que lo dio a conocer en las
letras hispanoamericanas y españolas, según lo atestiguaron Juan Ramón Jiménez
y Rubén Darío, cuyo famoso (trabajo, n. de j.m.j.) al “gran viejo” se escribió
sin otra información que la de dicha crónica (…) el impulso de Whitman, cuyos
súbitos quiebros, tonos vibrantes, hímnica fuga, olímpica familiaridad-al decir
de Martí comentando su elegía por la muerte de Lincoln – parecía a veces como
un cuchicheo de astros”.
El doctor Daisaku Ikeda en esta misma obra ha
comentado que los “Versos libres de Martí mucho le deben a Hojas de Hierba,
de Whitman”.
Al referirse a Whitman, en un ensayo escrito por
Martí, Ikeda cita esta frase:
“La vida libre y decorosa del hombre en un continente nuevo ha creado
una filosofía sana y robusta que está saliendo al mundo en épodos atléticos”.
En los trabajos críticos de Martí sobre las grandes
figuras de la literatura norteamericana, Ikeda anota la apreciación del Apóstol
sobre Walt Whitman, y señala:
“Fue él quien, por primera vez entre los autores del idioma español,
dijo que Walt Whitman era un poeta excepcional.
Lo captó, lo comprendió; se maravilló ante el poeta de las Briznas… y no
se cansó de propagar entre sus lectores de la América española la grandeza del
vate de la nueva democracia. Otro de sus favoritos, a quien encaminó cuando
apenas se le conocía en español, fue Emerson”.
“De más está afirmar – dice el doctor Ikeda – que Ralph W. Emerson fue
uno de los precursores de Whitman y, también, un cobro del renacimiento
estadounidense”.
Emerson en su obra “El hombre y el mundo”,
señaló, y así lo cita Ikeda, estas palabras:
“Vemos el mundo pieza a pieza; el sol, la luna, el animal, el árbol;
pero el todo de que son partes salientes y radiantes estas cosas, el todo es el
Alma”.
Y más adelante, señala:
“Sobre Emerson – dice Ikeda-, Martí escribió: ´en él fue intensamente
digno el ser humano. (…) ni el porvenir le hizo temblar, ni le segó el pasado´,
´él ve que la naturaleza influye en el hombre, y que éste hace a la naturaleza
alegre; o triste, o elocuente, o muda, o ausente, o presente, a su capricho´.
Ve la idea humana señora de la materia universal. Ve que la hermosura física vigoriza y dispone
el espíritu del hombre a la hermosura moral (…) siente que el universo que se
niega a responder al hombre en fórmulas, le responde inspirándole sentimientos
que calman sus ansias, y le permiten vivir fuerte, orgulloso y alegre´. En efecto (…) estas descripciones dan en la
tecla precisa sobre lo que fue y postuló Emerson”.
Pero Martí, en Nueva York y toda la Unión Americana,
era un asiduo visitante a museos, parques, clubes y encuentros con sabor a
cultura latina o norteamericana.
Precisamente, en uno de esos círculos de discusiones literarias,
conocería a una escritora norteamericana llamada Helen Hunt Jackson.
Martí, tradujo una interesantísima novela escrita por
Helen Hunt Jackson llamada Ramona, que en algunas obras nuestras sobre
el Apóstol cubano, hemos comentando.
Asimismo, sabemos que tradujo del inglés al español otras obras de la
literatura norteamericana.
Sin embargo, en el marco de la política norteamericana
son bien conocidos algunos trabajos o ensayos escritos por Martí. El personaje de la vida política
norteamericana que más poderosamente llamó su atención fue Abraham Lincoln, a
quien llamó “El leñador de los ojos piadosos”. Martí le dedicaría una
elegía tras su trágica muerte. Los ideales democráticos de Lincoln,
constituyeron una fuente de profunda inspiración para Martí, y de su proyecto
político – revolucionario.
Pero también, Martí fue un gran expositor de la
historia norteamericana. Comentó las
grandes hazañas del general Ulises Grant, y de otras grandes figuras de la
historia norteamericana. Y sobre la
Constitución estadounidense también escribió sus puntos de vista.
Don Max Henríquez Ureña ha citado, en uno de sus
ensayos sobre Martí, esta frase singular del Apóstol de la libertad de Cuba:
“Dos cosas hay que son gloriosas: el sol en el cielo y la libertad en la
tierra”.
Y como estudioso de la Constitución de los Estados
Unidos, en su notable crónica titulada “Las fiestas de la Constitución en
Filadelfia”, escrito en 1887, Martí explica “cómo fue el advenimiento de
la ley sustantiva de los Estados Unidos de América, y cómo el temor de los
Estados más pequeños al predominio de los mayores pudo conjurarse mediante el
fraccionamiento del Poder Legislativo en dos cámaras de formación diferente”:
el Senado y la Cámara de Representantes.
En Norteamérica también, en 1891, fue Martí “Delegado
del Uruguay en la Conferencia Monetaria Internacional Americana que se reunió
en Washington (…). A él confió la Comisión encargada del estudio de la moción
encaminada a crear una Unión Monetaria Internacional Americana, la redacción
del informe que sobre dicha moción debía ser enviado a la asamblea plenaria”.
“En ese informe analizó Martí las razones que, por el momento al menos,
se oponían a la creación de una moneda internacional, y señaló la conveniencia
de que se reuniese en Europa una Conferencia Monetaria Universal, con
asistencia de los países americanos.
De esta manera descartó Martí el plan de crear una unidad monetaria
internacional entre las naciones de América.
En todo caso, una moneda internacional sólo podría tener curso
internacional por acuerdo de todas las potencias, una vez que éstas aceptaran
la base del monometalismo o la del
bimetalismo que esté llamado a servirle de garantía, y para ello era necesario
convocar a las naciones de otros continentes”.
El autor es escritor, ingeniero, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la Cátedra “José Martí” en la UASD.